Faltan chips: el coyote no logra pillar al correcaminos
El 2020 y el 2021 estuvieron marcados por la acelerada digitalización del mundo. Comenzamos a trabajar desde la casa, las oficinas se transformaron en computadores remotos, los servicios de streaming fueron nuestros fieles compañeros, y hasta la comida la empezamos a pedir por aplicaciones móviles.
A todo este boom tecnológico se sumó la presión desde el mundo automotriz. La rapidez con que la industria recuperó sus ventas luego de las primeras cuarentenas, trajo como consecuencia una gran presión para la industria de los chips. De un minuto a otro nos encontramos con una demanda difícil de satisfacer. (Para ahondar en los detalles y los motivos de esta sequía de semiconductores, les dejo esta columna).
Toda esta presión a la fabricación de chips debido a la escasez de oferta, trajo consecuencias. Por ejemplo, la industria automotriz perdió unos US$210 mil millones en 2021 y dejó de producir cerca de 10 millones de unidades.
La demanda de chips estaba a tope: la venta total de semiconductores aumentó un 26% si comparamos el 2021 con el 2020 a nivel mundial. Realmente impresionante.
A fines del año pasado, el mercado miraba con cierto optimismo los esfuerzos estatales y privados alrededor del mundo para hacer frente a este cuello de botella. Pero también miraba con dudas la dependencia del sistema en una sola empresa. Taiwán Semiconductor es la compañía que hoy fabrica más del 50% de los chips a nivel mundial.
En este escenario, Intel, Samsung y la misma Taiwán Semiconductor, anunciaron inversiones cercanas a los US$270 mil millones para los próximos 3 años. Estados Unidos inyectó US$50 mil millones para reflotar su industria nacional. Alemania e Italia ofrecieron estímulos fiscales para que compañías instalaran fábricas en su territorio. India estaba intentando hacer despegar su propia fabricación, y China lanzó planes quinquenales para lograr que el 70% de los chips que usen sean de fabricación propia al 2025.
Entonces, ¿en qué punto nos encontramos?
A pesar de la gran cantidad de inversión, las nuevas fábricas no abrirán en el corto plazo. Por ejemplo, las nuevas dependencias de Intel en Ohio (EEUU) estarán listas recién en 2025. Por su parte, los planes de Taiwán Semiconductor en Arizona se vieron retrasados entre tres y seis meses, y recién podrán empezar a fabricar entrado el 2024.
Así las cosas, la escasez de chips sigue presente en nuestro día a día. A fines de enero pasado, las compañías norteamericanas que utilizan chips dieron luces de su inventario. Si en tiempos normales la cantidad de semiconductores alcanzaban los 40 días de inventario, hoy apenas son 5 los días que los chips permanecen almacenados. Esto deja en evidencia el bajo stock que las empresas están manejando en el mundo.
Si volvemos a poner la lupa en la industria automotriz, el escenario sigue siendo bastante desolador. Ford, por ejemplo, anunció hace pocos días que redujo la producción de SUV y camiones en las plantas de Ohio y Kentucky. No tiene suficientes semiconductores.
Presión adicional
Los más optimistas aseguraban que a mediados de este año la oferta de chips iba a empezar a mejorar. Si bien bajo mi opinión era una apreciación demasiado optimista, cualquier señal que pudiese haber ido en ese camino pareciera desvanecerse en la medida que la guerra entre Rusia y Ucrania escala.
Ambos países son exportadores de productos esenciales en la producción de chips. En el caso de Rusia, son los encargados del 45% de la producción mundial de paladio, que se utiliza principalmente en sensores y chips de memoria. Por otro lado, Ucrania se encarga del 70% de la producción de neón, gas esencial para la fabricación de chips de alta gama.
El conflicto puede llevar a que los precios de estos productos suban y se genere una presión al alza del valor de un semiconductor. De hecho, cuando en 2014 Rusia anexó Crimea, el neón subió un 600%.
Pero eso no es todo. La incertidumbre y el temor de que este conflicto se intensifique, se puede traducir en un aumento de la demanda ante la inminente subida de precios. Eso, estresaría aún más un sistema que ya está con los nervios de punta.
Es difícil estimar cuándo terminará la escasez. En un mundo donde la generación de datos sigue creciendo año tras año, la demanda por semiconductores seguirá al alza. Aunque prefiero no aventurarme en un plazo exacto, me atrevo a decir que este año el escenario será parecido al del 2021. Básicamente, una situación digna de los Looney Toons donde la oferta es como el coyote y la demanda como el correcaminos.