El dilema de la energía: protección del medio ambiente y precio
Esta caricatura de The Economist resume, de gran forma, el dilema que estamos viviendo como planeta.
Necesitamos energía para funcionar, pero no nos podemos dar el lujo de que sea a cualquier “precio”.
Es justo esa necesidad la que nos tiene “atrapados” por los combustibles fósiles: carbón, gas y petróleo.
Aunque hay buenas intenciones por bajar el nivel de emisiones a nivel mundial y conseguir una matriz menos contaminante, lo cierto es que las metas no se están cumpliendo y que, a la hora de la verdad, no todos mantienen sus promesas.
Es cosa de ver lo que está pasando hoy. En medio de una crisis energética mundial que tiene los precios por las nubes, los países desarrollados han aumentado el uso del carbón.
Se leen noticias en medios de comunicación de todo el mundo.
Según el diario español El Mundo, la recuperación de la economía tras el golpe del Covid se ha traducido en un 11% más de uso de carbón y un 8% más de gas natural a nivel mundial. Todo para satisfacer la demanda energética solo del primer semestre del año.
A modo de ejemplo, en Estados Unidos este año se generará un 22% más de energía con carbón que en 2020. Todo un retroceso considerando que la cifra, según el organismo de Información Energética de EE.UU., venía a la baja desde 2014.
Por su parte, China, también en crisis, pidió aumentar la capacidad de producción de energía con carbón y poner en plena operación las minas desde donde se extrae. Y eso es mucho considerando que actualmente el carbón es el combustible de, al menos, el 60% de sus plantas de energía.
¿Por qué nos encontramos en esta situación? La demanda de energía está en aumento como consecuencia de una recuperación de la economía global más rápida de lo esperado. Y ese aumento se encuentra con bajos niveles de stock de combustibles fósiles, con que la inversión en energías limpias aún no es capaz de cubrir el crecimiento, con la desconexión de plantas contaminantes y con la menor inversión de las fuentes de combustibles tradicionales. Todo esto genera presiones en los precios del gas, carbón y petróleo como los que hemos estado viendo en estos meses.
Y la verdad sea dicha, frente el dilema de “apagar la luz” o contaminar más hoy, la decisión política está clarísima.
En un mercado funcionando normalmente, este fenómeno se soluciona de forma natural. Suben los precios. Cuando eso ocurre, las empresas aumentan su inversión. Entonces, sube la oferta y volvemos al equilibrio.
El problema hoy es que, por un lado, el desarrollo de las energías alternativas no puede cubrir fuertes alzas en la demanda. Por el otro, las alzas de precios tampoco están llevando a la industria de combustibles fósiles a subir la inversión por distintas razones. ¿Quién se ánima a invertir en un proyecto que toma años en rentabilizar y que es muy probable que la presión política y social lo anule antes de que se vean los frutos de esa inversión?
El futuro
Hoy empieza en Escocia la COP 26. Sobre esta versión de la reunión de la ONU hay puestos muchos ojos porque se revisarán los avances adoptados con el Acuerdo de Paris hace 6 años. Esta reunión, para muchos, es clave para el futuro.
Sin embargo, el escenario en el que esto ocurrirá no es el mejor considerando la crisis energética y la decisión de los países de volcarse a los que les sale más fácil: generar con carbón.
Es que a pesar de los avances que se han logrado a nivel mundial en generación y uso de energías renovables y electro movilidad, las cifras demuestran que, al “mal tiempo”, aún la solución pasa por precio y estabilidad de la matriz.
El dilema no es fácil de solucionar. Hay muchos países que sí están haciendo esfuerzos para bajar sus emisiones y el uso de combustibles fósiles, pero mientras los grandes -EEUU, Europa y China- no hagan efectivas sus promesas, el avance tecnológico y la inversión en energías limpia no aumente de forma significativa, y no se reconozca la realidad de que para tener un mundo más limpio tenemos que pagar más por la energía que consumimos, vamos a seguir atrapados en fórmulas de generación de energía que no ayudan a combatir las emisiones.
Estamos en una transición y hay que buscar la forma más efectiva de hacer congeniar cuidado del medio ambiente, precio y seguridad. El gran desafío está en que la solución pasa por una coordinación global. Sin la colaboración y el compromiso de todos, un mundo más sustentable es inalcanzable.