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Tenemos la carreta ¿y los bueyes?

En la última columna vimos cómo la experiencia de California nos daba luces para avanzar hacia una correcta transición a las tecnologías renovables. Ahora veremos cómo andamos por casa.
Tenemos la carreta ¿y los bueyes?

“El gobierno debe abordar la congestión y vertimiento de energía” advertía Acciona Chile, compañía que construye infraestructura renovable, a finales del año 2016. No, no tenían una bola de cristal como para saber que seis años más tarde este es uno de los mayores desafíos de los que actualmente enfrentamos como país. Con más de 30 años de experiencia en el sector de energías renovables proveniente de su matriz en España, algo debían saber que el resto no estaba viendo.

El concepto de vertimiento se refiere a las pérdidas que tienen las plantas de generación de energía cuando ésta no puede ser transportada. Imagínense una carretera de dos pistas en un fin de semana largo. La congestión producto del tráfico podría durar horas. Lo mismo sucede con la electricidad que se genera en el norte grande del país, donde su ubica buena parte de los paneles fotovoltaicos. Cuando se intenta transmitir a la zona centro no existe suficiente “carretera” para que ésta transite. Las líneas de transmisión, que vienen a ser las carreteras eléctricas, se congestionan. A diferencia de los autos en donde ellos eventualmente llegan a su destino, la electricidad no tiene otra opción más que perderse.

Esto es lo que está pasando actualmente en nuestro país con toda la capacidad renovable que se ha agregado en los últimos años. Muchas compañías invirtieron en Chile confiando en que la Ley de Nuevo Sistema de Transmisión Eléctrica iba a garantizar la expansión de la infraestructura de transmisión a tiempo. Sin embargo, esto no pasó y hoy estamos viendo las consecuencias.

Las cifras de vertimiento de energía renovable hasta junio de este año, último dato disponible, muestra que se han vertido alrededor de 2.206 GWh. Esta cantidad es seis veces mayor de lo que se perdió en el mismo período de 2021.

Si bien lo que se ha vertido es menor que lo que se ha agregado como capacidad renovable al sistema, la distorsión económica que ha generado ya está teniendo efectos dañinos para nuestra futura descarbonización. Hay compañías que han declarado su insolvencia producto de las pérdidas que les ha generado este desacople. El déficit de infraestructura les impide servir sus contratos con generación propia y deben recurrir al mercado spot a comprar a precios muchísimo más elevados, y este diferencial de precio se ha traducido en que proyectos como Cabo Leones II de energía eólica y María Elena Solar hayan tenido que suspender sus pagos.

Es verdad que con una agenda pública enfocada en temas como seguridad, proceso constituyente o reformas tributaria y pensiones, el fenómeno del vertimiento eléctrico puede verse menos importante o atractivo. Pero no es menos urgente. Cada vez más voces son las que demandan energía limpia, segura y a precios competitivos. Sin duda Chile tiene el potencial para seguir creciendo en renovables, pero no sacamos nada con tener las mejores carretas si no invertimos en los bueyes.