¿Energías más limpias? Los caminos que abre la guerra
Llevamos más de un mes desde que Rusia invadió a Ucrania. Las consecuencias las vemos todos los días: muertes, cientos de desplazados, crisis humanitaria, bombardeos, ciudades en el suelo. También vemos sanciones, empresas acotando al mínimo sus operaciones en Rusia, precios al alza, y la inestabilidad/dependencia del suministro energético.
Es justamente en este último punto, el de la energía, donde me quiero detener porque esta guerra puso en evidencia, una vez más, la frágil línea que separa el “querer” y del “poder”.
El mundo está en una encrucijada. Por una parte, los países desarrollados -y otros no tanto- han puesto su firma en iniciativas como el Acuerdo de Paris. La idea es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a través de, en otros, la adopción de matrices energéticas más limpias. Todos “quieren”.
Por otra, tenemos consumidores en el mundo que en este momento están preocupados por las alzas de precios y por la estabilidad del suministro de energía, y gobiernos tratando de que las preocupaciones no escalen. ¿Se “puede”?
Complicado. Rusia es uno de los mayores productores de petróleo, gas natural y carbón del mundo. Según datos de la Comisión Europea (CE), el año pasado un 70% del consumo total de energía de la Unión Europea vino desde fuentes fósiles como las antes mencionados.
¿Amigos y Rivales?
Todo lo que está pasando abre oportunidades para inversiones en nuevos tipos de energías más limpias. Pero en el corto plazo, lo más probable es que los países echen mano a otras opciones que tienen más cerca como puede ser el uso del carbón, rehabilitar instalaciones que habían sido cerradas o reestablecer alianzas que parecían muertas.
Sin ir más lejos, la administración de Joe Biden permitió a la estadounidense Chevron intensificar la extracción de petróleo en Venezuela: 1 millón de barriles diarios. Sí, Estados Unidos está tendiendo puentes con el gobierno de Nicolás Maduro. Todo para que la crisis no impacte el bolsillo de los norteamericanos.
En Europa, ya hay un plan es de más largo plazo: reducir las importaciones de gas desde Rusia en 2/3 a fines de este año y eliminarlo antes de 2030.
Esto “no será fácil”, dijo hace algunos días una autoridad de la UE, “pero se puede hacer”, agregó.
Mientras en Europa intentan buscar alternativas rápidas para reducir la dependencia, lo lógico es que se acelere la transición del mundo hacia alternativas más limpias. Suena a chiste repetido. Lo sé, pero quizás este es el momento que estábamos esperando con países entre la espada y la pared.
Ojalá esta vez sí logremos un compromiso real y avanzar con fuerza. Pero la memoria es frágil. Podría pasar que se termine la guerra, los esfuerzos se reduzcan y sea más fácil volver a tocar la puerta del vecino.
El gran momento
Pero pensemos positivo. En el escenario ideal, la clave de lo que deben hacer los países, es diversificar. Sí, igual a como lo hacemos en el mundo de las inversiones.
Podría ser este el momento en que las energías renovables se transformen en un actor principal en la matriz energética de los países. También el momento para que las nuevas alternativas como el hidrógeno verde encuentren un camino seguro y ancho para desarrollarse. ¿Saben lo que es el hidrógeno verde? Básicamente es un sustituto del gas natural que no emite gases de efecto invernadero y que necesita de las energías renovables para obtenerse. Si quieren aprender más, les dejo este artículo del Blog de DVA.
En un escenario donde el hidrógeno verde asuma un protagónico, nuestro país está en buen pie para capitalizar ese salto al estrellato. Tenemos fuentes inagotables de energías renovables como el sol del desierto o el viento magallánico, y varias empresas buscando alternativas para convertirlo en un negocio rentable que asegure su desarrollo.
Otras, incluso han ido más allá. Enaex, una filial de Sigdo Koppers, ingresó a mediados del año pasado a evaluación ambiental una iniciativa para producir Amoniaco Verde que se fabrica a partir de Hidrógeno Verde y energías renovables. Se trataría de la primera planta de su tipo en Chile, tendría un un foco en la industria minera, y abriría una nueva ventana a otra forma de energía sin emisiones.
Además, contamos con una estrategia Nacional de Hidrógeno Verde en marcha y un ministro que cree en el tema.
“Lo que tenemos que hacer ahora es impulsar nuestras capacidades para ocupar un espacio relevante dentro del mercado mundial. El hidrógeno verde representa una oportunidad nueva para una verdadera revolución industrial en nuestro país”.
Esto dijo hace unos días el recién asumido ministro de energía, Claudio Huepe.
Es de esperar que las buenas intenciones no se queden en eso, y que en Chile pueda utilizar su capacidad para aportar a matrices más diversificadas y menos dependientes de los combustibles fósiles o de países conflictivos.